I. Sí está escrito.
Tengo un alumno diagnosticado como asperger.
El otro día se le acabó la tinta del boli negro que utiliza para tomar apuntes, pero por lo visto continuó escribiendo igual.
Al acabar la clase me llamó y señaló una hoja en blanco:
– Profe, no sé lo que pone aquí.
-¿Dónde? ahí no hay nada escrito.
Me miró fijamente.
– Sí está escrito, pero no se ve.
Fui a buscar un bolígrafo, tenía que ser negro. Me senté a su lado.
– Vale, ¿te digo la última parte y la escribes otra vez?
– Antes tengo que borrar.
Se concentró y, con calma, borró el folio en blanco; yo miraba entretenida las virutas de goma que caían.
Entonces, empezó a escribir.
II- La visita.
El pájaro entra en la cantina del instituto y se posa frente a mí en la mesa reservada a profesores; pliega sus alas y, todavía inquieto, me mira fijamente. El resto calla por un momento, cesa el griterío adolescente y el chasquido de bolsas.
Yo le observo con curiosidad mientras termino mi café, intentando no hacer ruido para no espantarlo. Al rato nos sonreímos; él se sacude levemente, deja un bifrutas tropical vació en la mesa y echa a volar.
– Hasta luego, Iván.
– Hasta luego no, hasta el lunes.
III. Despedida del pájaro.
-Has sido mi profe preferida.
-Tú uno de mis alumnos preferidos.
-¿Por qué?
-Porque me caes muy bien.
-Eso no vale, tienes que tener unos estándares.
-Vale: me gusta cómo escribes con tu boli negro y las preguntas que haces.
-Así mejor.
-El curso que viene ya no estaré aquí.
-Ah, pues hasta nunca.
-Hasta luego, Iván.
-Hasta luego no, hasta nunca.